SACERDOTE EN EL CORAZÓN DE CRISTO

Ser sacerdote hoy día es algo fascinante,a pesar de tener que lidiar con tantas adversidades con las que la vida nos sorprende, pero gracias al Amor incondicional del Corazón de Cristo, Buen Pastor, nos estimula y nos da las fuerzas necesarias para no caer en la tentación ó levantarnos de nuestras caídas, que como humanos, podamos tener.
Os invito desde este blog a que perdáis unos minutos de vuestro tiempo a leer y meditas mis humildes reflexiones que brotan del corazón de pastor, elegido por Dios para la misión de ensenar, santificar y gobernas, al Pueblo de Dios; y sólo serviran de orientación, e intentan ser ayuda para fortalecer nuestras almas. GRACIAS A DIOS y a todos los que "perdáis" vuestro tiempo leyendo mis pensamientos.

domingo, 13 de junio de 2010

CLAUSURA DEL AÑO SACERDOTAL

Ha sido un acontecimiento extraordinario, una gracia de Dios, haber podido participar en la Clausura solemne del Año Sacerdotal, junto a nuestro Papa Benedicto XVI. Unos 20.000 sacerdotes de todo el mundo, más de 450 obispos, viviendo la comunión eclesial, la fe, la esperanza y la caridad en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Han sido emociones muy intensas llenas de vida espiritual y de amor a la Iglesia Católica. Es impresionante rezar en varios idiomas sabiendo que todos rezamos a un mismo Dios, conviviendo con hermanos de los cinco continentes del mundo. Celebramos la Eucaristía junto al Santo Padre y escuchamos su palabras edificantes y llenas de amor a la vida sacerdotal. Nos ha aconejado como un verdadero padre y nos ha alentado a vivir en santidad.
El Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney nos decía: "El Sacerdote Amor del Corazón de Cristo" y así ha de ser nuestra vida sacerdotal, un Amor unido al Amor del Corazón de Cristo.
Que grande es nuestra fe, que grande es la Iglesia, que grande es el Papa. Ánimo a todos los cristianos a unirnos más contra las "hacechanzas del enemigo".

jueves, 3 de junio de 2010

CORPUS CHRITI


Con estas palabras «Haced esto en memoria mía», Jesucristo instituye la Eucaristía, recordando a los apóstoles que debe de repetir este gesto de generación en generación. La Eucaristía es el sacramento culmen de la vida cristiana, ya que después del bautismo y la confirmación, viene a alimentar nuestro espíritu para dar consistencia a nuestro ser cristiano.
Por este motivo, Jesús, nos quiere interpelar con la multiplicación de los panes y los peces, que nunca va a faltar el alimento espiritual para la vida del cristiano, que mientras haya sacerdotes que celebren la Eucaristía y consagren el Pan y el Vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor, estaremos alimentados en el espíritu, algo muy necesario para encontrar nuestra propia salvación. Por eso debemos acercarnos a Comulgar con un corazón limpio, dispuesto a amar el Cuerpo de Cristo que se nos da como alimento de vida eterna. Comulgamos con la fe, el amor y la esperanza de saber que Cristo está ahí realmente presente, y que es su propio Cuerpo y Sangre lo que comulgamos y lo se nos da como alimento espiritual para fortalecer nuestro espíritu y nuestro corazón de fieles seguidores suyos.
La gran manifestación de Cristo Eucaristía es el acontecimiento central de todo el año litúrgico, ya que es el mismo Cristo el que sale de su Corazón para irradiar Amor en el corazón de todos los que participamos en la procesión del Corpus Christi. El el mismo Cristo el que nos va iluminando nuestras vidas al paso por nuestras calles y casas. Él es el Amor de los Amores, el Señor de vivos y muertos, el autor de la vida, el Pan de Vida, el Señor de nuestra existencia, el Corazón traspasado en la Cruz que de su contado brota sangre y agua, vida y alimento esperitual para nuestra alma.
Vivamos con especial entrega este día en que Cristo, hecho Pan de Vida Eterna, se nos ofrece como la gran oportunidad de unirnos a Él y a su Corazón Redentor, en cuerpo y alma. Vivamos este domingo como el mejor de los domingos, disfrutemos de la generosidad del Amor de Dios, manifestado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado, que nos muestra a Jesús, fruto bendito del vientre de María Virgen, Madre de Jesús y nuestra.